César Medina/Especial para el Listín Diario
Santo Domingo.- El diminutivo se lo puso su madre, doña Altagracia Maldonado, “Mamá Linda”, desde el mismo instante en que decidió bautizarlo con el nombre de Miguel Octavio.
Ahora que es presidenciable, más de medio siglo después, la mercadología política recomienda llamarlo Miguel a secas... Pero ya es muy tarde.
Sus amigos de infancia, sus familiares más íntimos, sus compañeros de estudios, la gente del vecindario y hasta sus más cercanos seguidores siempre le dirán “Miguelito”.
Los asesores de imagen — nuevo especímen en la fauna política nacional— le recomiendan con insistencia que imponga su nombre de pila sobre el apodo, en el entendido de que el diminutivo “reduce su figura”, pero él poco o nada puede hacer. ¿Cómo impedir que le digan Miguelito…? La tarea luce poco menos que imposible.
Su publicidad y promoción en la campaña electoral se esforzó en resaltar su eficiencia profesional. En la materia Miguel tiene qué mostrar. Como empresario privado en el área de la infraestructura física ha sido exitoso, como desarrollador urbano, por igual. En la administración pública se le atribuye competencia y logros ostensibles cuando fue director de la CAASD y secretario de Obras Públicas.
La sugerente frase de “Mickey el que resuelve” se la puso Alvarito Arvelo cuando era secretario de Obras Públicas y la gente llamaba al Gobierno de la Mañana para pedir solución a problemas comunitarios. Dicen que “Miguelito” resolvía de inmediato.
Con el nombre de “Mickey” —Miguel en inglés— ha llamado siempre Hipólito al ingeniero Vargas, quien admite que otras personas por igual le llaman de ese modo.
Pero “Miguelito” es como lo conoce todo el mundo. Él dice que la gente lo llama así por cariño. “Todo el que me quiere, la gente que me coge cariño —que es mucha gente— siempre me dice Miguelito… Yo no puedo evitar eso. No le puedo impedir a la gente que me coja cariño y me llame amigablemente… Hasta un conocido periodista que me quiere mucho —que ahora es dizque embajador— también me dice Miguelito. ¿Cómo impedírselo?”.
El problema radica en que República Dominicana nunca ha tenido un Presidente llamado por el diminutivo de su nombre de pila.
A Horacio Vásquez jamás le llamaron Horacito; a Trujillo nunca le dijeron Rafelito; a Bonnelly tampoco le de cían Rafelito; a Bosch nunca lo llamaron Juancito; a Donald Read jamás le dijeron Donaldito ni a Balaguer Joaquincito.
A Don Antonio no lo llamaban Antonito ni a Salvador, Salvadorito; ni a Hipólito, Hipolitito, y jamás a Leonel le han dicho Leonelito.
¿Por qué, entonces, a Miguel, Miguelito? Parecería, pues, que la historia le tiene reservado ese enorme privilegio de ser el primer presidente llamado en diminutivo.
Como niño rico
Criado como niño rico en barrio de clase media, Miguel siempre fue muy presumido. Tenía el mejor juguete y vestía impecable. Creció en el barrio San Carlos y estudió primaria y secundaria en el colegio Don Bosco, donde se graduó con honores.
En su vecindario de la calle l6 de Agosto 54, donde vivió desde su infancia, Miguel recuerda a sus amigos Marino Santana, Guillermo Gómez, Wilfredo Alemany, Iván Mieses y a las familias Franco y Tamburini, entre otros.
Para mediados de los años 60 San Carlos era un sector “de clase media pudiente” y su juventud sobresalía por ser contestaria al régimen.
La Guerra patria de Abril había dejado una estela de heroicidades en ese sector capitaleño porque algunas de sus calles hacían frontera con la zona controlada por las tropas de ocupación norteamericanas.
Por ello las escaramuzas y provocaciones era relativamente frecuentes, además de que algunos de los combates más memorables de esa gesta histórica se produjeron en San Carlos los días l5 y l6 de junio cuando los yanquis intentaron ocupar la zona constitucionalista.
En ese escenario de leyendas revolucionarias, de utopías e historias fantásticas donde surgían héroes de batallas que jamás se libraron, transcurrió la adolescencia de Miguel Vargas Maldonado.
En las estrechas calles de San Carlos surgieron sus primeras inquietudes políticas y pudo terminar el bachillerato gracias a la persistencia de los curas salesianos del Don Bosco, que se empeñaron en que 1966 y los años subsiguientes no se perdieran en el calendario escolar debido a la convulsión que dejó en esos tiempos la resaca de la Revolución de Abril, las cuestionadas elecciones de 1966 y la represión política que se desató en el país con la llegada al poder del doctor Balaguer. Para entonces, en el país existía una sola universidad, la UASD. Y aunque en esos años había comenzado a fundarse la Pedro Henríquez Ureña, el futuro de esa academia era incierto, por lo que los padres de Miguel decidieron enviarlo a estudiar fuera.
¡Rumbo a Mayagüez!
En 1969, con apenas l8 años, Miguel Vargas terminó viviendo en una pensión estudiantil, en Mayagu¨ez, Puerto Rico, donde comenzó a estudiar ingeniería civil. Allí se encontró con Quique Antún, Amílcar Romero, Alejandro Seller, César Sánchez, Leandro de la Cruz y Chuchú Séliman (sic), entre otros dominicanos que también llegaron en esos tiempos a estudiar a la vecina isla.
La Universidad de Puerto Rico, y en particular su Recinto de Mayagüez, estaba ranqueada entre las diez mejores universidades de Estados Unidos, y a ella llegaban estudiantes de casi todas partes del mundo a estudiar ingeniería en sus diversas ramas.
El primer ingeniero dominicano graduado en esa escuela fue George Arzeno Brugal, fallecido recientemente y quien figura en la sala de honor de esa universidad. Esos fueron años bastante difíciles para Miguel Vargas.
Viajaba a Santo Domingo con mucha frecuencia, aprovechaba los fines de semanas para que aquí le arreglaran su ropa y se marchaba los domingos en las noches, en una rutina que se prolongó por cuatro años, hasta diciembre de 1973 cuando regresó definitivamente con su título de ingeniero civil.
En enero de 1974 Miguel ingresó a la Compañía Dominicana de Teléfonos (Codetel) como supervisor de infraestructura y cinco años después renunció de esa institución, siendo gerente general de Ingeniería y Construcciones, con más de 100 ingenieros y técnicos bajo su dirección. Ese mismo año fundó sus empresas constructoras e inmobiliarias y en 1982 pasó a ocupar por primera vez una función pública al ser designado por el presidente Salvador Jorge Blanco director general de la Corporación de Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD).
Su llegada al PRD
Aunque tenía inquietudes revolucionarias desde aquellos tiempos en que vivía en San Carlos y escuchaba las historietas de los mayores sobre los fantásticos “enfrentamientos con el yanqui invasor”, Miguel Vargas no había tenido participación política activa.
Fue a su regreso de Puerto Rico, en los primeros años de la década de los setenta, cuando se interesó por las política partidaria e ingresó al PRD estimulado por su amigo Fulgencio Espinal.
En esos años se hizo muy amigo de Hatuey De Camps, con quien luego establecería vínculos de compadrazgo de lado y lado y se convertiría en unos de sus más sólidos aliados partidarios.
En la cercanía de Hatuey y Fulgencio, Miguel llegó a ocupar posiciones importantes en el PRD, comenzando en la tendencia de Jorge Blanco, en el período anterior a la llegada del PRD al poder en 1978, con don Antonio como presidente de la República.
Posteriormente se hizo cercano colaborador del doctor Peña Gómez. En los últimos 10 años de vida del líder perredeista figuró entre sus amigos más íntimos y colaboradores más sinceros y leales. En la dirigencia perredeísta comenzó desde abajo, primero como encargado de transporte, en la campaña del 78, y durante 10 años fue el director de finanzas de ese partido.
Miguel ha pertenecido a todos los departamentos del partido blanco, desde el frente de profesionales, hasta miembro del CEN, de la Comisión Política, de la Comisión Ejecutiva, del Presidium, y actualmente es vicepresidente y aspira a la presidencia de la organización en la convención de junio próximo. Pero esto le está saliendo caro.
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SU LUCHA INTERNA POR DIRIGIR EL PRD
Dirigentes tradicionales del PRD le han soltado los mil demonios a Miguel Vargas.
Dicen que los estatutos le prohíben ser candidato presidencial si al mismo tiempo es presidente del partido. Él dice que “no se pueden poner los bueyes detrás de la carreta”, y que primero está inmerso en ganar la contienda interna. Sus opositores le atribuyen el propósito de querer “apropiarse” de la organización, pero él responde que simplemente se someterá a la voluntad de las bases, que sí son las dueñas del partido. En fin, que el PRD reedita ahora lo que ha sido parte de su propia historia porque sus líos internos son consustanciales a su existencia misma.
La convención debe celebrarse el l4 de junio — una fecha histórica para los dominicanos porque ese día se produjo la expedición de Constanza contra la tiranía de Trujillo— y en ella Miguel se medirá ante Alburquerque que busca ser reelegido en el cargo, y a Esquea.
Pero ambos están a mucha distancia de Vargas. Las encuestas dicen que todos en el PRD podrían aliarse —incluyendo a Hipólito— y ni siquiera se acercarían a Vargas. Claro, el PRD tiene una extraordinaria capacidad para cambiar su correlación de fuerzas internas en un abrir y cerrar de ojos, como ocurrió en la convención del Concorde, en 1985. Aún así, Miguel dice que tiene esa convención ganada con más del 80 por ciento de la militancia de su partido.
Una parte considerable de la población dominicana cree que Miguel tiene muchas posibilidades de ganar las elecciones del 2012 y llegar al poder. Por supuesto, para eso tiene que correr mucha agua bajo el puente, tomar en cuenta los imponderables en un partido tan ríspido y volátil como el PRD y —sobre todo— que Leonel no se presente a una segunda reelección para lograr un tercer período consecutivo en el gobierno. Todo eso está por verse en el futuro inmediato.
“No busco la revancha”
Miguel no anda buscando revancha. Quiere el poder para empezar a resolver los problemas nacionales, dice él. Por eso no prefiere a Leonel como contendor en el doce. Más bien desea que el Presidente gobierne los tres años que le faltan y complazca a su madre doña Yolanda regresando tranquilo a casa.
No cree en la predestinación… Su formación católica salesiana lo entrenó en una dinámica de vida activa.
Cree que el hombre tiene que agenciarse sus metas y lograrlas en base al trabajo y la creatividad.
Pese a esa filosofía de vida, jamás ha podido olvidar el día que cumplió 17 años. Su madre, Altagracia Maldonado, llamada cariñosamente “Mamá Linda”, lo abrazó y después de darle un beso en la mejilla le dijo: -Ya eres un hombrecito.
¡Tú vas a ser una persona muy importante en el país, vas a llegar a ser Presidente de la República…”.
Miguel recordó mucho esa frase de su madre durante los multitudinarios desfiles y mítines de la campaña electoral pasada, mientras era aclamado por veintenas de miles de personas que se adherían a su lucha para alcanzar el poder en las elecciones de mayo.
“Mamá Linda” no alcanzó a tener esa satisfacción en vida. Murió hace cinco años, pero a lo largo de ese proceso Miguel tuvo muy presente el vaticinio de su madre hace 40 años.
Cree que su mamá habría mostrado los mismos sentimientos de doña Yolanda Reyna, de haberlo visto a él “completamente desbordado por los problemas y con una incapacidad brutal para resolver, mientras lo azuzan para que se quede indefinidamente en el gobierno”.
Vargas se refirió en particular a la expresión de doña Yolanda Reyna, la madre del presidente Fernández, quien en una entrevista con el autor mostró deseos de ver a Leonel de vuelta en la casa, dedicado a sus asun tos académicos e intelectuales y a su fundación, y a poner su experiencia al servicio del país desde una posición fuera del Estado.
Miguel opina que se trata de un sentimiento legítimo de una madre amorosa preocupada por un hijo “abrumado por la incapacidad de resolver los problemas de un país que lo eligió hace penas once meses como Presidente de la República”.
Enfrentados otra vez
Vargas considera que los problemas de la nación dominicana no se resuelven con revanchas personales o con desquites electorales.
Si tiene que enfrentar otra vez a Leonel, lo hará con la misma dignidad que en los pasados comicios, con la diferencia de que esta vez lo vencería de forma abrumadora.
“Esto no es un asunto de revancha o de satisfacciones personales. Los problemas del país no pueden medirse en función de egos personales…”, expresó Vargas al señalar primero el impedimento constitucional que tiene el presidente Fernández para presentarse a una nueva reelección, independientemente de que considera que el país “jamás volvería a votar por un Presidente que se ha mostrado incapaz de solucionar los problemas más acuciantes de la nación”.
“No tengo oponente preferido ni me mueve el propósito de ganarle al que me ganó. Tampoco estoy en ánimo de revancha porque mi enfrentamiento electoral con Leonel Fernández terminó el l6 de mayo”, expresó Miguel convencido de que Fernández no volverá a ser el candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana.
“Pero si el Presidente se agenciara cualquier artilugio legal para repostularse a la Presidencia, puede estar seguro de que esta vez lo derrotaré humillantemente”, señaló optimista.
Vargas ha comenzado gestiones para formar un amplio frente opositor que encabezaría el PRD en los comicios generales del 2012.
Ese agrupamiento de fuerzas opositoras ha ido tomando impulso en la medida en que el gobierno de Fernández “se ha ido desgastando”, explicó.
En ese mismo sentido, el PRD se ha propuesto llegar a los frentes de masas, a las organizaciones profesionales y a los sectores populares en el interés de recuperar a aquellas fuerzas sociales que siempre han sido la base de apoyo electoral de esa organización, más allá de su fiel militancia, que Vargas estima en más de millón y medio de dominicanos.
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LA NOCHE DEL 16 DE MAYO ESTUVO DOLIDO
Miguel Vargas no felicitó a Leonel el pasado l6 de mayo en horas de la noche, cuando estaba claro ya el triunfo del PLD y sus fuerzas aliadas sobre el PRD con una diferencia de más de un 13 por ciento de los sufragios.
Eso se ha considerado como una mezquindad política y falta de grandeza en el juego democrático. Miguel estaba muy dolido próximo a la medianoche del 16 de mayo cuando se dirigió al país reconociendo que “el Estado” lo había derrotado y que se había impuesto la reelección de Fernández. Insiste en que actuó de acuerdo a su conciencia en ese momento, y entendía que era suficiente reconocer su derrota y que no se precisaba de una llamada personal al presidente Fernández.
En todas partes del mundo los candidatos derrotados llaman por teléfono al vencedor para felicitarlo… ¿Por qué usted no lo hizo? -”Entendí correcto lo que estaba haciendo, que era reconocer que había perdido.
Porque todo el mundo sabe que perdí con malas artes del gobierno que utilizó todos los recursos del Estado para derrotarme. De todos modos ya esas son cosas pasadas que se quedarán para la historia… No anido rencores ni actitudes revanchistas ni resquemores gracias a mi formación cristiana”.
Casi un año después Miguel revela que gente de su entorno se negaba a que la noche del l6 de mayo reconociera el triunfo de Leonel. No es que tuvieran la intención de denunciar fraude ni cosa parecida…Pero el golpe fue muy fuerte y había que asimilarlo.
Dos o tres días después de las elecciones ya Miguel estaba en su trabajo, llegando tempranito a sus oficinas privadas y poniéndose al frente de su esquema productivo en el sector de la infraestructura de desarrollo. Atrás quedaron los afanes de campaña, los mítines, las caravanas y esa barahúnda electoral que lo arrasa todo… …Pero sólo por unas cuantas semanas. Poco después estaba otra vez en lo mismo, en el puro proselitismo político buscando el poder.
Recorriendo un camino lleno de abrojos. Una tarea que no da paz ni sosiego… Con la diferencia de que si llega a ser Presidente no tendrá quién le cuente las arrugas. No sólo porque penosamente “Mamá Linda” murió hace cinco años, sino porque llegaría con la cabeza “blanquita en canas”, como si fuera ese el precio del poder.