La historia da cuenta de que Boabdil, el último rey moro de Granada, camino al ostracismo luego de ser vencido por las tropas españolas, se detuvo con su séquito en una colina y, tras un largo y doliente suspiro, lanzó una mirada postrera hacia la ciudad que dejaba a sus espaldas y de inmediato prorrumpió en sollozos.
Sin embargo, ha de recordarse que el mandatario llamó a una “consulta popular” para la reforma, y que muchos de los que hoy suspiran o sollozan respondieron orondos a la misma (la “distinción” presidencial no podía rechazarse) a pesar de que era notorio que la forma de convocatoria, el estilo de “consultar” y el esquema de tabulación y consideración de las conclusiones (todo, por cierto, documentado por el gobierno con claridad, inclusive por la Internet) no eran garantías de que a la postre no ocurriese lo que ahora se teme. Es más, hasta hubo quienes desde la prensa, suspicaces, bromearon ácidamente sobre la presencia allí (dizque “a título personal”) algunos “expertos” sobre el tema que militan en partidos de la oposición. ¿Acaso éstos no sabían, en su infinita inocencia, que el gobierno y el PLD jamás renunciarían a su derecho a presentar un proyecto de reforma que favoreciera su enfoque estratégico del Estado dominicano?
Como se sabe, la “consulta popular” duró aproximadamente un año, y se desarrolló en un fraternal ambiente de gozo personal, tierno vuelo de propuestas y plena algarabía intelectual, pero a la larga terminó donde tenía que terminar: en el Comité Político del PLD. Pocos repararon en que lo que el presidente Fernández procuraba era legitimar y enriquecer “su” proyecto de reforma con la participación de quienes en otras circunstancias les habrían adversado seriamente. Y, fuere o no moralmente aceptable, el avispamiento presidencial pareció de lo más normal: ese ha sido hasta hoy el estilo del mandatario, y ya casi todos estamos acostumbrados a que se lo celebren. Por supuesto, había otra interrogante en el aire que el citado ambiente hizo que todos también obviaran: ¿cuándo los peledeístas en el gobierno han consensuado de verdad con algún opositor a menos que estén en insalvable minoría para la decisión final?
(Una de las ventajas relativas que siempre ha tenido el PLD como fuerza política ha sido justamente la incomprensión que en torno a su naturaleza, carácter y visión estratégica exhiben sus contradictores, pues éstos lo juzgan a partir de sus propios comportamientos y experiencias. Por ejemplo, como se ha insinuado, el PLD nunca ha pactado con sus opositores en igualdad de condiciones sino desde una perspectiva de astucia pragmática y ventajismo político, y no tanto porque abomine de los consensos sino debido a su origen orgánico e ideológico: es un partido centralista, estratégicamente totalitario y con una dirigencia estudiada, capaz e inteligente convencida de que la nuestra es una sociedad de pazguatos. La muestra más acabada del pragmatismo peledeísta es la confesa divisa de un distinguido funcionario que es educador, historiador y escritor: en política todo se vale).
Aunque desde hace algún tiempo varios de los “expertos” aludidos pudieron inferir el manejo de que habían sido objeto (uno hizo pública parte de su rechazada propuesta, y otro dijo que mucho de lo acordado se había “eliminado” en la redacción final), la verdadera esencia del texto que deseaba el doctor Fernández no quedó al desnudo sino al llevar el proyecto al Congreso. Más aún: ahí también quedaron claras las razones por las que el mandatario postergó tanto la presentación de la propuesta (tratar de ganar tiempo para poder agenciarse desde el poder una votación holgada) e insistió hasta la saciedad en que la reforma debía hacerse por conducto de una Asamblea Revisora (su proyecto es tan controversial y de tal magnitud que en una Asamblea Constituyente la discusiones durarían hasta las “calendas griegas”).
En todo caso, empero, la mejor prueba de que la “consulta popular” devino una tomadura de pelo lo es la realización de los “foros” de discusión auspiciados por el Palacio Nacional. ¿Leyeron bien? El proyecto fue presentado al Congreso y ahora se está discutiendo en “foros” públicos. Más allá de la irrespetuosa barrabasada, la conclusión es simple: la “consulta popular” no fue verdaderamente exitosa o de consenso, la institucionalidad consagrada en la Carta Magna actual no vale un maní y, por añadidura, los convocantes de los “foros” no tienen reparo en hacer añicos los procedimiento constitucionales.
(Que conste que el autor de estas líneas no ha entrado a la discusión de los asuntos de fondo, pues ello merece consideración aparte. En realidad, sus actuales preocupaciones se centran en el hecho de que con el proyecto de referencia el Poder Ejecutivo una vez más se burló de mucha gente que apoyó su iniciativa -algunos son los que lagrimean hoy en día-, demostró mayor inteligencia política que la oposición -la que no preparó con tiempo un proceso alternativo, con eventos públicos, consultas ciudadanas y propuesta propia- y, finalmente, ha preparado el terreno para aprobar un nuevo Pacto Fundamental “como caña para el ingenio”).
Por lo demás, el gobierno está intentando envolver a la nación en una controversia sobre la reforma constitucional en momentos muy singulares: cuando el dominicano común y el resto de la humanidad están preocupados (muchos casi al borde del pánico) por los posibles efectos de la crisis financiera. Se trata, a no dudar, de una gran jugada política: circo, algo de miedo, toreo de la oposición y manos sueltas. Así, los “foros” devendrán una forma de limpiarle el camino a la mayoría congresual peledeísta para que apruebe el proyecto sin grandes discusiones de fondo. Lo lamentable, no obstante, es que la oposición no haya reparado en ello y que, por contrario, parezca dispuesta de muy buen grado a hacerle coro (al revés o al derecho) al gobierno. Por eso, probablemente el país vea en los próximos días cómo de los “foros” salen adhesiones y ensalzamientos al proyecto (de “opositores” ahora convencidos de sus virtudes) verdaderamente sorprendentes.
Seamos, pues, realistas: el escenario está casi listo para que el proyecto del Poder Ejecutivo sea aprobado sin cambios de importancia, y tanto la oposición política como la llamada sociedad civil tienen derecho a suspirar y sollozar como Boabdil, si es que lo desean, pero deben estar mentalmente preparados para lo que va a ocurrir inevitablemente: aunque para lograrlo se usen métodos “cristianos”, “prácticos” o “no santos” (dependerá de las necesidades, como ocurrió con las elecciones), la próxima será la “Constitución de Leonel”…Por favor, que lo aplausos sean chinos.
* El autor es abogado y profesor universitario en la República Dominicana
lrdecampsr@hotmail.com
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