sábado, 11 de septiembre de 2010

Prestigiar la política

En plural //
Yvelisse Prats-Ramírez de Pérez

El desprestigio de la política y de los/las políticos/as no es nuevo. Si me pidieran ponerle una fecha, elegiría el siglo XVI, cuando Maquiavelo escindió la política de la ética, dando patente de corso a “los príncipes” junto a sus áulicos para perseguir el fin sin reparar en los medios, atropellando principios y normas morales.

Ya luego, avanzado el siglo pasado, Francis Fukuyama con aquello del fin de la historia, y la muerte de las ideologías, reedificando el mercado y planteando el achicamiento cuando no la abolición del Estado, dio otro revés a la política, que pasó a ser sirvienta poco útil y despreciada de una economía que renegaba de su original definición de “ciencia del bienestar”.

Ulises Francisco Espaillat.

Así, entre el despojo de la ética que le hiciera Maquiavelo, y esa reducción, con vocación de que desaparecieran que hace el neoliberalismo, la política y los/las políticos/as han ido descascarándose adquiriendo un sentido peyorativo como nunca antes en la opinión pública.

¿Tenemos los que ejercemos la política alguna culpa en ello? Creo que sí. Han sido muchos, en nuestro país y en el mundo, los que convertidos al maquiavelismo sin leer al “Príncipe” guiados por una insaciable ambición, presentan los peores arquetipos de una política sin ética.

Pedro Francisco Bonó.

Asumiendo esa responsabilidad de algunos políticos en el descrédito de nuestro oficio, lo que se cae ahora de la mata es que es tarea de nosotros mismos, revalorar nuestro quehacer presentando ante la sociedad que se nos muestra escéptica o condenatoria una mejor imagen.

Para lograrlo, esto ya lo he repetido mil veces, necesitamos practicar la relación inequívoca entre ética y política. Hay que convencer a la ciudadanía de que se puede hacer política con ideales, con limpieza, como lo hicieron en nuestro país Espaillat, Bonó, Juan Bosch y Peña Gómez.

Jose Francisco Peña Gómez..

Los/las políticos/as dominicanos/as tranquilizaríamos nuestra conciencia, si concretáramos la recuperación de la moral con acciones visibles.
Juan Bosch y Gaviño.

Soy maestra, utilizo el recurso didáctico de algunos ejemplos. Una muestra de volver a la ética sería, que los senadores/as suprimieran los “barrilitos”, privilegio irritante que no tiene justificación. Otra demostración convincente se daría si los/las políticos/as erradicáramos en las elecciones, tanto internas como nacionales, las prácticas clientelistas, que denigran por igual a quienes compran y a quienes se venden. Y si los partidos eligieran a sus candidatos/as de acuerdo a perfiles, el Congreso, los ayuntamientos y el propio Palacio Nacional alojarían mejores incumbentes, en los que confiaría la ciudadanía.

Recomendable es también que en los partidos renováramos nuestras estructuras organizativas en el marco ancho y noble de la democracia interna, de la aceptación de la diversidad, del acatamiento a los estatutos respectivos.

Nicolás Maquiavelo, autor de El Principe.

La formulación de programas de gobierno que recojan las verdaderas necesidades y demandas de la sociedad, haría que los partidos recuperaran su clásica función articuladora entre esa sociedad y el Estado.

Y si los/las políticos/as, sobre todo los que aspiran a terciarse la banda presidencial, demostraran que son, además de ambiciosos, suficientemente inteligentes como para entender que no se gana en solitario, y procuraran la unidad interna y las alianzas externas en base a programas consensuados, el país entero exhalaría un suspiro de alivio, y volvería a creer que en la política puede encontrarse sensatez y comprensión del valor enriquecedor de la otredad.

Por último, si estas cosas se hicieran dentro de las líneas maestras de la ideología que cada partido dice postular como marca de fábrica identitaria, la moral volvería a ocupar el lugar que le corresponde en las prácticas políticas, porque las ideologías, menos las de factura fascista, contienen en sí mismas una ética, así nos afirman Friedich, Easton y mi permanente maestro Norberto Bobbio.

Decir estas verdades no significa que se hagan realidades, hay demasiados intereses, demasiadas codicias, en medio del individualismo y la negación de valores que nos dejó el huracán neoliberal.

Sin embargo, en mi Partido Revolucionario Dominicano, en el que tantos errores hemos cometido, aunque sin poder opacar con ellos la gloria de un pasado inmortal, se empina un esfuerzo para empezar a enderezar entuertos; para reencontrarnos con la ética, volviendo a caminar hacia el futuro de bracete con la sociedad; para reivindicar en nuestro programa de gobierno los principios doctrinarios, para que nuestras estructuras organizativas correspondan a nuestras proclamaciones ideológicas; y por unirnos, con el pegamento más efectivo que es la ideología del Socialismo Democrático.

Este esfuerzo es el Primer Congreso Nacional “Dr. José Francisco Peña Gómez”, que ya tiene su reglamento aprobado, y su fecha, el 10 y el 11 de octubre. El nos colocará en un punto de partida auspicioso hacia el reencuentro definitivo con el poder para ejercerlo en un gobierno compartido donde la ética recupere el prestigio de la política.

¡Perredeístas, miremos hacia el Congreso, que la ciudadanía nos está mirando!

Santo Domingo, R.D., sábado, 11 de septiembre de 2010

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