No pude acompañar físicamente al candidato presidencial de mi partido, Miguel Vargas Maldonado, en el programa en el que se presentó el martes 8, en la cadena de los medios de comunicación Corripio. La llamada de Elena, la hermosa y eficiente asistente de Miguel, no pudo alcanzarme el día anterior. Mi celular estaba apagado y en la casa mi auxiliar doméstica no supo transmitirme adecuadamente la invitación.
Fue mejor así. Sentada tranquilamente en mi mecedora, sin la tentación de comentar con el compañero sentado a mi lado en el “plató” lo que se iba preguntando y respondiendo en el programa, concentré mi atención y empapé mi corazón y mi cerebro con lo que exponía diáfana, convincentemente, nuestro candidato.
Digo cerebro y corazón. Porque las respuestas de Miguel Vargas satisficieron a la vez mis convicciones doctrinarias teóricas y los sueños que desde esos ideales se encampanan y vuelan. En una concatenación lógica propia de la ciencia matemática que le apasiona, Miguel logró en torno al eje nodal de “Invertir en la gente un conjunto programático sin una sola fisura en su coherencia: en él, las políticas económicas se articulan armónicamente con lo que se pretende hacer, y como hacerlo, en el área social. He pasado gran parte de mi tiempo ciudadano y político, escuchando falacias sobre el binomio economíañsociedad. Las que defienden la sinonimia absoluta entre crecimiento económico y desarrollo humano, desoyendo los múltiples informes del PNUD, que demuestran la asimetría entre ambos; las que ofrecen, como a nosotros los católicos el Paraíso en la otra vida, el bienestar social
Después que se logren los objetivos de la macroeconomía, presentando el tema en una forma lineal, mecanicista; que se acumule primero en pocas manos para luego hacer una redistribución mas equitativa, que hasta ahora no llega, como si estuviéramos condenados a un limbo o a un infierno eterno.
Con esas versiones, en ambas, se obvia la definición inaugural de la economía; Ciencia del Bienestar como la concibieron sus formuladores y sus primeros adeptos en el mundo.
Miguel Vargas se adhiere a una interpretación generosa y cristiana de la economía, de sus aplicaciones para mejorar de verdadñverdad la vida de la gente. Ahora, en el instante en que se puede evitar que cuando llegue el sombrero no haya cabeza alguna para ponérselo. Desoyendo los cantos de sirena del pensamiento economicista clásico que se escuchan hasta dentro de un PRD oficialmente socialista democrático, Miguel rechaza el determinismo radical de una economía que precede a toda accionar societario, y se aferra al sentido profundo del lema de Peña Gómez: “Primero la Gente” núcleo y síntesis a la vez de nuestra ideología y de la Tesis del Gobierno Compartido. Miguel demostró en el programa del martes que además de ser un gerente eficiente, y eso ya lo sabíamos, es un hombre humano, valga la aparente redundancia, que no es tal porque hay por ahí unos especimenes que merecen volver a andar en cuatro patas. El pensamiento lúcido de nuestro candidato, que integró una visión optimista de futuro en el práctico esquema de un programa con acciones concretas, mensuradas, viables, penetró en los/las televidentes a través de palabras sobrias, pero entusiastas, porque él cree y quiere lo que dice. Su propuesta de gobierno se fundamenta en un plan de nación que se arma, congruentemente, alrededor de esa integración socialdemócrata de lo económico con lo social. La tan llevada y traída estabilidad macroeconómica deja de ser lo que el gobierno peledeista ha hecho de ella, una demostración para obtener notas pasables ante organismos internacionales, que preserva intactas las desigualdades. En el proyecto de Miguel Vargas, la estabilidad macroeconómica se convierte en mecanismo efectivo en la redistribución equitativa que se realiza al unísono, “a la limón”, y no para “luego luego”. ¡Cuánto me esperancé al escucharlo! Pasé las siguientes 24 horas rumiando esta presentación de mi candidato, porque lo sentí sincero, seguro, transparente, sin recursos teatrales, sin actitudes de gurú, sabiendo con claridad los “cambios para mejorar” que se harán en su gobierno.
Entonces, el miércoles 9, llegó la hora de escuchar a otro candidato: el doctor Leonel Fernández Reyna. Aunque la prensa destaca que dijo que sus prioridades serían la educación, la salud y la pobreza, del entramado del discurso surge otra lectura. Anoté como lo hice con el mío las ideas, fuerzas que se agazapan, y fui agrupando en dos columnas antinómicas sus posiciones respectivas. Como ejemplos, pincelo En Plural algunas. Miguel apuesta por el modelo de mano de obra intensiva, pero cualificada. Aquí hay mucha gente desocupada, mucha gente analfabeta, y tenemos que ponerlas a trabajar, pero formándolas, para que los servicios y bienes que produzcan posean el valor agregado del progreso técnico. Por eso apuesta por la educación y la financiará de acuerdo a la ley 66-97. Leonel dice, que ese modelo pasó de moda, y plantea el de capital intensivo, en el más puro estilo neoliberal. Deduje, por lo que dijo mas tarde, que piensa sobe todo en capitales extranjeros de los llamados “golondrina”, tan inestables y volátiles. Esa visión es totalmente desfavorable para los industriales dominicanos, que se empeñarían en vano, a contrapelo de la voluntad política imperante, en producir una reconversión difícil, cuando no imposible, si no se cuenta con una política socieconómica que impulse sus afanes y que prepare adecuadamente al recurso humano necesario. Ante la inminencia de la crisis económica, efecto de una recesión en la economía norteamericana, Miguel hace la severa advertencia de la austeridad, específicamente, en los rumbosos salarios y en los “plus” de los funcionarios públicos. Leonel hace piruetas elucubrantes sobre dudosos beneficios nacionales a costa de la desgracia económica de Estados Unidos, ofreciendo al mejor postor los bajos salarios que suelen pagarse aquí, como espúreas ventajas comparativas, condenadas por la CEPAL y por la CELAM.
Miguel presenta una propuesta concretísima de generación de empleos, con metas numéricas contundentes, sobre todo a los jóvenes, adherido a la versión progresista de que solo con la creación de puestos de trabajo se combate la pobreza, y no con asistencialismos.
Leonel escarba cifras reales o supuestas de empleo en el pasado, y reivindica el clientelismo como la única forma de lograr gobernabilidad: la misma tesis de aquel desafortunado “se pega o se paga” con que justificó el PEME, solo que ahora lo hizo más finamente, con su proverbial manejo de la retórica.
Miguel habla horizontalmente, conversa con su gente, persuade porque está persuadido, habla de soluciones con llaneza, no da cátedras, nos mira de cerca, está aquí.
Buen profesor, acucioso lector, Leonel teoriza, diagnostica en tercera persona, explica soluciones y problemas desde el podio o un laboratorio, como si no estuviera involucrado, durante ocho años responsable y protagonista. Y no puede ofrecer nada nuevo, porque sigue en sus trece, y de ser reelecto, hará más de lo mismo. Uno y otro, Miguel y Leonel, demostraron en estas entrevistas su fidelidad a las arquetipos que han elegido: Peña Gómez y Balaguer, don Juan ya desterrado para siempre, estuvieron acompañando a cada uno, dictándoles, incluso.
Y como de la abundancia del corazón habla la boca, dice el Proverbio de la Biblia, ambos, Miguel y Leonel, se entregaron enteros en estos programas, reveladores y oportunos, por los que hay que agradecer al Grupo y a la familia Corripio, en nombre de la transparencia electoral y a falta del debate directo que Leonel Fernández no quiso. Miguel propone. Leonel es el mismo. Remedando a Alberto Amengual, ustedes, dominicanos/as, son el jurado. El 16 de mayo, den su veredicto
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