Por Luis José Chávez
El autor es periodista y politólogo
Los resultados electorales del 2004 superaron en casi un 150 por ciento las cifras que otorgaban dos importantes firmas encuestadoras a Hipólito Mejía en febrero de ese año, pasando de un 13 y un14.6 por ciento a un 34 por ciento. Los voceros del PLD nunca han citado este dato al comparar los porcentajes que atribuyen algunas encuestas a Miguel Vargas y el nivel real de votación logrado por Hipólito Mejía.
En el mes de febrero del año 2004, faltando poco más de dos meses para las elecciones presidenciales de ese año, el candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano, Hipólito Mejía, aparecía en un distante tercer lugar de las preferencias electorales, según encuestas realizadas en esa fecha por las firmas Penn Schoen & Berland y Gallup Dominicana.
La referencia es importante porque desde hace varios meses los voceros del PLD repiten y repiten que el actual candidato presidencial del PRD, Miguel Vargas Maldonado, no ha logrado superar la votación alcanzada por Mejía en las elecciones del año 2004.
Con el claro propósito de crear un estado de opinión para derrotar emocionalmente a sus contrarios antes de las elecciones, los voceros de la reelección olvidan deliberadamente señalar que en febrero del 2004, el candidato peerredeísta solo contaba con el 13 por ciento, según Penn Schoen, y con 14.6, según Gallup Dominicana.
Me permito citar a Juan Bolívar Díaz, en su artículo del 26 de febrero del 2004, comentando el pobre posicionamiento otorgado por las dos encuestadoras al entonces candidato presidencial del PRD:
“La versión más irónicamente optimista señala que la encuesta de Gallup publicada el miércoles 25 por el Diario Libre representó una “caída” de dos puntos para Leonel Fernández y un “repunte” de un punto para Hipólito Mejía que en este estudio aparece virtualmente empatado en el segundo lugar con Eduardo Estrella.
Mientras la Penn registró una intención de votos del 65, 16 y 13 por ciento para Fernández, Estrella y Mejía, la Gallup arrojó 63, 14.9 y 14.6 por ciento respectivamente”.
Los resultados electorales del 2004 superaron en casi un 150 por ciento las cifras que otorgaban las encuestas a Hipólito Mejía en febrero de ese año, pasando de un 13 y un14.6 por ciento a un 34 por ciento. Los voceros del PLD nunca han citado este dato al comparar los porcentajes que atribuyen algunas encuestas a Miguel Vargas y el nivel de votación logrado por Hipólito Mejía.
La estrategia parece clara. Se trata de crear una percepción fraudulenta sobre la intención electoral de los ciudadanos dominicanos para vender la idea de que Leonel Fernández está ganado como quiera y provocar un estado de desaliento en las fuerzas de oposición, facilitando el programa de compra y sonsaca de dirigentes y activistas desafectos a la reelección.
Sin embargo, esta estrategia del proyecto reeleccionista tiene por delante una notable dificultad: La convicción contraria que generan los hechos políticos cotidianos que vive la sociedad dominicana. A diferencia de lo que pasaba para esta fecha en las elecciones presidenciales del 2004, cuando Leonel Fernández y el PLD ganaban abrumadoramente en todos los gremios y en todas las encuestas improvisadas que se hacían en las empresas, en las calles en los programas de Radio y TV, en este momento la situación es muy diferente, ya que en todos esos escenarios el candidato reeleccionista pierde mucho a poquito.
Para la población ajena a los grandes y turbios negocios que se hacen al amparo del tesoro público para producir el efecto truculento de que Leonel está ganado, resulta sencillamente no digerible que el candidato presidencial que aparece en las encuestas con más de un 50 por ciento pierda todas las elecciones de los gremios profesionales, técnicos y empresariales, y el claustro para elegir al rector de la UASD, y todas las encuestas del Gobierno de la Mañana y el Gobierno de la Tarde, de la Zeta, y todas las consultas donde la gente tiene la oportunidad de votar de acuerdo a su conciencia, como deberá pasar en las elecciones nacionales.
Por demás resulta razonable asumir que a pesar de los tantos millones de pesos repartidos entre opositores y ciudadanos de las comunidades más pobres del país, no hay suficientes recursos para comprar la mayoría necesaria, y probablemente esa misma práctica provocará, por un lado, un voto de rechazo moral, y por el otro lado, un voto de castigo de parte de aquellos ciudadanos humildes que se quedarán sin las tarjetas solidaridad y sin los chequecitos de tres mil pesos prometidos como parte del programa “Vamo Arriba”.
Todos sabemos que el dinero de la corrupción es el que peor se reparte y el que menos rinde, por lo que muchos serán los llamados y pocos los escogidos.
Y se puede apostar peso a cabo e túbano que la mayoría de los pobres y de la clase media baja no podrán bailar la danza de los millones y por lo tanto no tendrán ningún entusiasmo para votar por la reelección.
Por los antecedentes y por los hechos del presente, pienso que habrá sorpresas importantes en las elecciones de mayo.
3 de marzo, 2007
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