jueves, 29 de mayo de 2008

Al Día

El Nacional, Vespertino Dominicano

POR JUAN JOSÉ AYUSO
Parece que, de seguir su proceso de renovación y reunificación, el Partido Revolucionario se recuperaría en menos tiempo del daño que le causó el gobierno de Hipólito Mejía.

De un 30.67 por ciento del total de votantes que obtuvo en 2004, cuando Mejía se postuló tras reformar la Constitución para reimplantar la reelección, el PRD subió a un 38.57.

En 1986, el presidente Salvador Jorge Blanco y el secretario general José Francisco Peña Gómez conspiraron para evitar la victoria de su compañero Jacobo Majluta y, con el mecanismo de fraude de Joaquín Balaguer, el PRD perdió el poder y le costó 14 años recuperarlo.

De la desastrosa experiencia de Mejía acaba de cumplirse cuatro y se cumplirá 8 en 2012. El expresidente y jefe de un grupo partidario cumplirá 75 años para esa fecha y de acuerdo con el espíritu de renovación y reunificación que parece dominar en el PRD, no es siquiera remoto que se presentara como precandidato.

Lo que no quita que él y otros de los pitecántropos de su grupo hagan lo que puedan y lo que no puedan por conservar poder y vigencia partidarios, incluída una “alianza estratégica” con el continuismo de gobierno.

Muchos observadores entienden que Mejía prefería un triunfo del presidente y candidato Fernández, en el cálculo de que iría de nuevo como candidato en el 2012 y de que le resultaría más fácil contender con él y derrotarlo.

En el 2000, cuando ganó por una mayoría que no alcanzó el 50 por ciento de los votantes más un voto, su adversario fue Danilo Medina, respaldado de lejos y con bastante poco interés por el presidente Fernández en su primer cuadrienio de gobierno.

Además, contaba 63 años a la sazón, edad a la que se atribuye mucha de la chabacanería del “estilo” de gobierno que se volvió contra él y que produjo un movimiento general de repulsa que lo redujo a obtener la votación más baja del PRD en su historia de 1962 hasta 2004.

El candidato Miguel Vargas, quien estructuró su campaña sobre la base de un “nuevo PRD” reorganizado, renovado y reunificado bajo términos racionales y de política científica, tiene todo a su favor para convertirse en una figura de primera importancia en la organización.

El candidato fue una sorpresa para muchos, en las esferas de la observación política y del periodismo, por la rapidez con la que asumió ese rol y por la propiedad y claridad que desarrolló en la exposición y trato de temas de Estado y gobierno durante los meses de campaña.

Discreto perredeísta de toda su vida, el ingeniero Vargas dejó esa discreción aparte cuando contendió en la convención partidaria por la candidatura y la ganó sin discusión, aunque con los consabidos resabios de contendores que le regatearon en lo adelante el apoyo ciento por ciento que debieron, mientras lanzaban por lo bajo los fundamentos de una campaña difamatoria que su oposición aprovecharía.

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