Tony Rafull
Lo resultados electorales sólo confirman parcialmente los pronósticos de las diversas firmas encuestadoras, por cuanto la gran mayoría subestimó el potencial electoral del Partido Revolucionario Dominicano, su capacidad de crecimiento y los espacios donde podía florecer la candidatura del ingeniero Miguel Vargas Maldonado.
El hecho cierto de que esa candidatura haya alcanzado aproximadamente 41% significa que estaba en pleno proceso de expansión, mientras la candidatura del presidente Fernández, a quien situaban durante una buena parte del tramo electoral entre 56 y 58%, logró un 53%. Si Vargas aumentó de una evaluación débil de alrededor de 30% y 32% hasta llegar a casi 41%, eso significa que Fernández bajaba y Vargas subía en las últimas semanas.
Una parte importante de las encuestas dio durante casi todo el proceso electoral una superioridad inalcanzable al candidato Fernández, sin advertir en sus propios números que esa candidatura venía perdiendo puntos, incluso venía debilitándose si tomamos la referencia del 58% de la votación que había obtenido en las elecciones pasadas.
Sin embargo el PRD, que había obtenido 32%, había logrado en esas mismas encuestas a última hora llegar a un tope de 37%. ¿Acertaron las encuestas? Probablemente le correspondió al Centro Económico del Cibao aproximarse a resultados cuando le adjudicó 39% a Vargas, en cuanto al PRD.
Probablemente al PRD y su candidato les hicieron falta un par de semanas más de campaña ya que la percepción de invencibilidad del presidente Fernández había empezado a erosionarse fatalmente y corría por caminos y campos de la República al calor de la presencia de Vargas y el PRD, una corriente de apoyo en crecimiento visible y con una alta estima política como contrapartida a un decaimiento de las fuerzas reeleccionistas.
Un factor negativo importante fue la disminución casi a grados simbólicos del Partido Reformista Social Cristiano. La labor sistemática de socavamiento de esa organización política dirigida desde el Estado constituyó un atentado al sistema de partidos democráticos del país y constituyó la base estratégica de la victoria de Fernández, consciente de que sin inhabilitar a ese partido como factor decisorio o agenciarse su fuerza promedio histórica, era imposible evitar la segunda vuelta corriendo el riesgo de perder en la primera.
Si el Partido Reformista hubiese sacado 10% era imposible ganar en primera vuelta, de ahí la paciente, tenaz, posiblemente incómoda y dolorosa misión de galantear tránsfugas a granel y proyectarlos como figuras de valía en un juego de simulación rentable e ingenioso con resultados óptimos.
Por ello, el reeleccionismo jugó a la polarización entre Fernández y Vargas, sacando de juego a los otros partidos o colocándolos a la cola de los dos partidos fundamentales. El PRD no debió permitir la polarización y debió construir una alianza política, una plataforma de propuestas, que dimensionara el papel activo de los otros sectores antireeleccionistas, que debieron ir unidos a la justa electoral, no importa el sacrificio que entrañara ese frente ya que la fortaleza de la polarización empujaba a segmentos electorales significativos en brazos del PLD ante el peligro de un retorno absoluto del PRD al gobierno, lo cual no ocurriría si se hubiese percibido el triunfo de la oposición como un nuevo gobierno de rectificaciones con garantías individuales y colectivas en base a compromisos públicos, segmentos que podrían cuantificarse entre 4% y 7%, incluidos los indecisos y los pequeños partidos.
Pero a pesar de ello y de un uso abusivo y desmedido de los recursos del Estado, el PRD recuperó su matrícula electoral, que nosotros habíamos advertido, no era del 32% que había sacado con Mejía en el año 2004, sino de 40 a 42%, que a la vez podría haber generado un apoyo mayor de continuar el ritmo de su crecimiento detenido por el día de la votación.
Ese crecimiento solamente fue tangible cuando los perredeístas salieron a las calles, abandonaron la modorra, el apoyo vergonzante, levantaron sus símbolos y banderas y hostigaron con una política de masas la gestión del presidente Fernández. Solamente en alrededor de 40 días el PRD logró alterar los cómputos categóricos de las encuestas, hasta el grado de que la percepción el día de las elecciones era de que Vargas había asegurado la segunda vuelta.
El mérito de Fernández es haberse convertido en el líder del sector conservador del país y una parte del sector liberal, que fue a lo que aspiró Jacobo Majluta. ¿Cómo lo logró? No hay dudas de que el azar lo favoreció en 1996 y de que su discurso envuelve racionalidad y encanto para una parte de la población, independientemente de su dote y capacidad intelectual persuasiva, pero pudo haber sido derrotado si se hubiesen tomado las consideraciones condignas que serán tratadas en una nueva entrega.
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