Por Luis José Chávez
Periodista y politólogo
En sentido amplio, la democracia, es un estilo de vida basado en la participación y la igualdad de derechos, aunque el sociólogo francés Alain Touraine la define como “un régimen político cuyo funcionamiento está mediado por la articulación entre sociedad, sistema político y Estado”.
Pero no pretendo conceptualizar –Dios me libre- sino compartir algunas reflexiones sobre la democracia nuestra y los reales o potenciales peligros que afectan su ejercicio, a propósito de una reciente declaración del jefe de campaña del PLD, Francisco Javier García, en la que acusa al PRD de emitir pronunciamientos que afectan “la democracia, la institucionalidad, la estabilidad y el clima de confianza logrado en estos cuatro años de gobierno del presidente Fernández Reyna”.
Me permito disentir del amigo Francisco Javier. No son las palabras, ni las advertencias, ni siquiera las amenazas de eventuales conflictos las que atentan contra la democracia y la institucionalidad. De hecho la democracia asimila perfectamente la disensión y el debate de las ideas y hasta los excesos verbales.
La principal y verdadera amenaza contra la democracia es el irrespeto a las leyes y a la Constitución de la República de quienes asumen el compromiso y la obligación de cumplirlas y hacerlas cumplir. De quienes le crean la ilusión a la sociedad de que es posible y necesario enfrentar la corrupción y luego no solo la justifican sino que también se aprovechan abusivamente de las debilidades que propician.
Amenaza contra la democracia es satanizar el clientelismo desde la oposición, y luego en el poder, convertir esa práctica en la principal política del Estado, creando 600 mil empleos parasitarios, tirando por la borda todas las teorías sustentadas por el presidente y candidato reeleccionista sobre la necesidad de apoyar las inversiones reproductivas para generar riqueza y rentabilidad social.
También daña la democracia y la institucionalidad presentar al país un programa de gobierno atendiendo a las necesidades prioritarias y luego en el poder sacar de la manga un proyecto que nadie conocía y que a la postre ha consumido una parte fundamental de los recursos que debieron ser destinados al cumplimiento de las ofertas principales.
Todos sabemos que la construcción del Metro, que no aparecía en ninguna de las primeras cien prioridades identificadas por el programa del PLD, ha sacrificado las inversiones en educación, solución del problema energético, construcción de obras prioritarias, fomento de la producción agropecuaria y la generación de empleos productivos.
Un daño mayor contra la democracia es convertir el presupuesto público en una especie de caja chica utilizada discrecionalmente para romper las reglas de juego de la contienda electoral, sonsacando dirigentes de otros partidos y desestabilizando las instituciones que en la que descansa el sistema político nacional.
Y al igual que en todos los países de la Región afectados por el deterioro del sistema político, también lesiona gravemente la democracia dominicana la incapacidad mostrada por el actual equipo gobernante para establecer un orden mínimo de prioridades en materia de inversión pública a partir de las reales necesidades de la población. Desde el punto de vista democrático y social, no tiene ninguna gracia que se siga poniendo en práctica el chiste popularizado por el difunto humorista Paco Escribano: “Como sé que te gusta el dulce de leche, por debajo de la puerta te dejé un ladrillo”.
Tal vez sea demasiado pedir a Francisco Javier que incluya en sus elementos de reflexión para analizar los riesgos de la democracia las prácticas aberrantes que han caracterizado la actual gestión de gobierno que encabeza el presidente Fernández. Si lo hiciera probablemente dejaría de preocuparse por las legítimas preocupaciones expresadas por la dirección del PRD sobre las prácticas ilegítimas y evidentemente antidemocráticas que rigen la conducta electoral del proyecto reeleccionista.
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